Los credos

Son símbolos de la fe cristiana que expresan claramente nuestra fe en la Santísima Trinidad. La Iglesia Española Reformada Episcopal acepta los tres credos de la Iglesia primitiva:
 

Símbolo Apostólico

Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo;
nacido de la virgen María;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato;
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos;
al tercer día resucitó de entre los muertos;
y subió a los cielos;
está sentado a la derecha del Padre, y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.



Símbolo Constantinopolitano

Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, hacedor del cielo y de la tierra, autor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, y engendrado del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no hecho;
consubstancial al Padre;
por quien todas las cosas fueron hechas, tanto en el cielo como en la tierra:
el cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos;
y por el Espíritu Santo se encarnó de María Virgen, y se hizo hombre;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue sepultado, y resucitó al tercer día;
subió a los cielos;
está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente;
de allí vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos;
y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor vivificador, y procedente del Padre y del Hijo;
que con el Padre y el Hijo debe ser adorado y juntamente glorificado; que habló por los Profetas.
Y en una sola Iglesia, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo para la remisión de pecados;
y esperamos la Resurrección de los muertos, y la vida del mundo venidero. Amén.



Símbolo de Atanasio

Todo el que quiera ser salvo necesita, ante todo, profesar la fe católica.
Y el que no la guardare íntegra y pura, perecerá sin duda eternamente.
Es, pues, la fe católica: que veneremos un Dios en Trinidad, y una Trinidad en la Unidad.
No confundiendo las personas ni dividiendo la esencia.
Porque una es la persona del Padre, otra la persona del Hijo, otra la del Espíritu Santo.
Mas del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad.
Cual es el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo.
Increado es el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
Y sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno.
Como no son tres increados, ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso.
Del mismo modo, omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
Y sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
De la misma manera, Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo.
Y sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Así también, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo.
Y sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.
Porque así como la verdad cristiana nos obliga a confesar que cada una de las personas separadamente es Dios y Señor, así la religión católica nos prohibe decir que son tres Dioses o Señores.
El Padre por nadie es hecho, ni creado, ni engendrado.
El Hijo es de solo el Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
Un Padre, pues, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
Y en esta Trinidad nada hay primero o postrero, nada mayor o menor; sino que todas tres personas son eternas juntamente e iguales.
De manera que en todo (como queda dicho) se ha de venerar la Unidad en la Trinidad, y la Trinidad en la Unidad.
El que quiera, pues, ser salvo, sienta así de la Trinidad.
Mas es necesario para la salud eterna que crea también fielmente la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Es, pues, la fe verdadera, que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.
Es Dios de la substancia del Padre, engendrado antes de los siglos; y es Hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo.
Perfecto Dios, Hombre perfecto, subsistente de alma racional y de carne humana.
Igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.
El cual, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es dos, sino un solo Cristo.
Uno no por conversión de la divinidad en carne, sino por asunción de la humanidad en Dios.
Uno absolutamente, no por confusión de substancia, sino por unidad de persona.
Pues como el alma racional y la carne es un solo hombre, así Dios y Hombre es un solo Cristo.
El cual padeció por nuestra salud, descendió a los Infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos.
Subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente; de donde ha de venir a Juzgar a los vivos y a los muertos.
A cuya venida todos los hombres tienen que resucitar con sus cuerpos, y han de dar cuenta de sus propias obras.
Y los que hubieren obrado bien, irán a la vida eterna; y los que mal, al fuego eterno.
Esta es la fe católica; y quien no la creyere fiel y firmemente no podrá ser salvo.

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