Mensaje de Pentecostés de los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias
Y como él fue exaltado por la diestra de Dios, recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo, y ha derramado esto que ahora están viendo y oyendo. (Hechos 2:33 RVC) |
Vidriera en la Iglesia Nuestra Señora de las Victorias en Patterson (Estados Unidos) Foto: Loci B. Lenar |
Hemos celebrado con
alegría la fiesta de Pascua. Hemos recordado el momento en el que Jesús
deja a sus discípulos que tanto amaba y que lo amaban para ascender a
los cielos. Ahora, hoy, celebramos la fiesta de Pentecostés, el día del
inestimable don de Dios al mundo: el don del Espíritu Santo. Estamos
llamados, en el poder de ese Espíritu, a volvernos nuevamente a Dios, a
entregarnos gozosamente a Jesucristo y estar al servicio de nuestros
hermanos y hermanas que aún no conocen la buena noticia de que Jesús los
ama.
Mucho antes del
nacimiento de Jesús, el pueblo de Israel, que dio su nombre a nuestra
festividad, ya celebraba Pentecostés. El día de Pentecostés los
israelitas daban gracias por las cosechas y ofrecían sus primeros
frutos. Recordaban que Dios los había salvado de la esclavitud en Egipto
y les había dado los diez mandamientos. En el libro de Deuteronomio
leemos: «Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto» (Deuteronomio
16:12).
Muchos años han pasado
desde los tiempos en que Israel celebraba la fiesta de Pentecostés,
recordando los actos salvíficos de Dios para con su pueblo. Hoy,
Pentecostés tiene un nuevo significado para nosotros. Ya no se nos pide
que demos a Dios los primeros frutos de la cosecha. Por el contrario, es
Dios quien nos da a nosotros un don, el don del Espíritu Santo, para
reavivar la llama del amor divino infinito manifestado en la muerte y la
resurrección de Jesucristo por la salvación de todo el mundo.
Nuestro presidente,
originario de la región del Pacífico, nos ha contado la forma en que el
poder del Espíritu de Pentecostés ha obrado en la Conferencia de
Iglesias del Pacífico. Durante los últimos años, la región ha debido
enfrentarse con muchos y graves problemas financieros y espirituales.
Sin embargo, en medio de esa situación, las iglesias han vivido una
experiencia de renovación gracias al Espíritu de Pentecostés que reanimó
la llama del ecumenismo: la pasión por la unidad y la solidaridad en
sus comunidades. Los dirigentes de iglesia, el clero, los laicos,
hombres y mujeres, y los jóvenes se han unido en una humilde oración con
actitud de abnegación, inspirados en las palabras de Miqueas: «¡Hombre!
El Señor te ha dado a conocer lo que es bueno, y lo que él espera de
ti, y que no es otra cosa que hacer justicia, amar la misericordia, y
humillarte ante tu Dios» (Miqueas 6:8). Este fue el tema de la Asamblea
General de la Conferencia de Iglesias del Pacífico (PCC) recientemente
celebrada. Tras cumplir 50 años de existencia el viento de Pentecostés
aún hace ondear las velas del barco que es la PCC, infundiéndole fuerzas
para continuar su viaje misionero por el Océano Pacífico y más allá,
dando testimonio del amor inconmensurable de Dios por el mundo. Nos
regocijamos por este testimonio que pone en evidencia que el Espíritu de
Dios sigue obrando en el mundo. En este año de asambleas ecuménicas,
oramos por que el mismo Espíritu actúe en las asambleas regionales de
América Latina, África y Europa.
Desde todas las
regiones del mundo los cristianos se encaminan hacia la Asamblea del
Consejo Mundial de Iglesias en Busán (Corea del Sur) y oran juntos: «Dios de vida: condúcenos hacia la justicia y la paz». Que cada uno de
nosotros sea capaz de recibir el don de Dios del Espíritu Santo para
que nosotros también podamos obrar juntos por la justicia en el herido y
hermoso mundo de Dios, para que cuidemos de la creación y llevemos la
paz allí donde hay violencia y ruidos de guerra. Que Pentecostés sea un
tiempo en el que, como Iglesia, oremos todos por la paz que nuestro
mundo tanto necesita. Oremos por que el Espíritu Santo transforme los
corazones de todas las personas que se reúnan en Busán.
Señor, derrama en nosotros tu Espíritu Santo,
como lo hiciste sobre tus primeros discípulos en Jerusalén;
Santifícanos y danos la fuerza de actuar como hiciste con tus discípulos.
Impúlsanos por el viento de tu Espíritu
y danos el valor de proclamar tu amor y de obedecer a tu voluntad.
Acompáñanos en nuestro camino como una realidad siempre presente en nuestras vidas,
e inspira las reflexiones y las decisiones de nuestra Asamblea en Busán.
Condúcenos en el poder de tu Espíritu a la justicia y la paz.
Gloria sea a Dios el Padre, a Dios el Hijo y a Dios el Espíritu Santo, ahora y siempre.
Amén.
Presidentes del Consejo Mundial de Iglesias
- Arzobispo Dr.Anastasios de Tirana y de Toda Albania, Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Albania
- Sr. John Taroanui Doom, Iglesia Protestante Maohi (Polinesia Francesa)
- Rev. Dr. Simon Dossou, Iglesia Metodista en Benín
- Rev. Dr. Soritua Nababan, Iglesia Cristiana Protestante Batak (Indonesia)
- Revda. Dra. Ofelia Ortega, Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba
- Revda. Dr. Bernice Powell Jackson, Iglesia Unida de Cristo (EE.UU.)
- Dra. Mary Tanner, Iglesia de Inglaterra